Capítulo 20: La Portadora de Huesos
El barco negro encalló en la playa con un crujido de madera fracturada. De su cubierta descendieron figuras encapuchadas, moviéndose al unísono como marionetas. En el centro, una mujer alta con un vestido hecho de vértebras humanas entrelazadas.
—No es un clon —susurró Chen, analizando los restos de Isolde en su base de datos—. Es ella, pero reconstruida.
La mujer se quitó la capucha.
Cabello blanco, piel pálida con venas negras, y los ojos… demasiado grandes, sin iris, como los de la Reina de las Marianas.
—Kai —habló con la voz de Isolde, pero distorsionada, como si varias personas hablaran a la vez—. Me llevaste al borde de la muerte… y Ella me encontró.
Xiao Zhao se acurrucó tras Lyra.
—No es humana. Es un nido.
El Ejército de la Portadora
Las figuras encapuchadas se quitaron sus ropas, revelando cuerpos compuestos por fragmentos de distintos seres: brazos escamosos, piernas de insecto, bocas donde no debería haberlas.
—Híbridos de segunda generación —murmuró Chen—. Más estables que los nuestros.
La Portadora de Huesos extendió una mano alargada hacia Kai.
—Dame el huevo. Él no es para ti.
El huevo en el pecho de Kai pulsó, como si respondiera.
Lyra se interpuso, sus garras extendidas.
—¿Quién es “Él”?
La sonrisa de la Portadora se abrió hasta dividirle el rostro.
—El primer dragón. El que cayó antes que los meteoritos. El que duerme bajo el hielo.
Batalla en la Playa
Jax, ahora con la infección negra cubriéndole medio rostro, lanzó el primer ataque. Sus gritos de dolor se transformaron en rugidos cuando su brazo mutó en un tentáculo huesudo.
—¡Jax, no! —Kai intentó detenerlo, pero era tarde.
El chico cargó contra los híbridos, destrozando tres antes de que la Portadora lo detuviera con un gesto.
—Pobre sujeto Delta. La corrupción te hará uno de los nuestros.
Lyra saltó, usando sus membranas para planear como un rayo. Sus garras atravesaron el vestido de huesos de la Portadora, pero…
No había carne que cortar. Solo polvo negro y gusanos brillantes.
La Elección de Jax
Retrocediendo, Jax se arrastró hacia Kai.
—No… dejes que me convierta en eso —toseó, escupiendo sangre negra—. El huevo… puede purgarlo.
Kai entendió demasiado tarde.
Jax arrancó el huevo del pecho de Kai y lo aplastó contra su propia infección.
¡CRACK!
Luz dorada. Huesos reformándose. Cuando el destello cesó, Jax ya no era humano.
Tampoco era un monstruo.
Era algo intermedio: un torso humano sobre patas de crustáceo, con brazos que terminaban en pinzas y ojos compuestos. Pero cuando habló, su voz era clara:
—Veo su red… todos conectados… ella solo es un títere.
La Portadora gritó de rabia.
Retirada
Con Jax (¿o lo que quedaba de él?) cubriendo su escape, el equipo corrió hacia la jungla.
—¿Qué fue eso? —Lyra jadeó, sus pulmones requiriendo agua desesperadamente—. ¿Qué es Jax ahora?
Kai miró atrás, donde la Portadora reunía a sus híbridos.
—El principio de algo nuevo.
Chen revisó su scanner.
—O el final de todo. El huevo de las Marianas era un inhibidor. Ahora nada detiene al primer dragón.
Xiao Zhao, caminando tranquilamente entre ellos, sonrió.
—El Eclipse viene. Y traerá purificación.
Capítulo 21: El Último Umbral
El avión militar se estrelló contra el hielo antártico en un aterrizaje forzoso que dejó cicatrices en el casquete polar. Kai se levantó entre los restos humeantes, escupiendo sangre que se congeló antes de tocar el suelo.
—Todos vivos —gruñó, contando cabezas: Lyra, Chen, Xiao Zhao y… Jax, cuya nueva forma se había encogido para caber en la nave.
El aire quemaba los pulmones. -60°C. Pero el frío no era lo peor.
Lo peor era el silencio.
Ningún viento. Ningún sonido de vida. Solo el crujido del hielo bajo sus pies, como si algo enorme respirara debajo.
La Ciudad Perdida
Chen activó un escáner de penetración terrestre. Las lecturas mostraron estructuras demasiado simétricas para ser naturales, enterradas a 300 metros.
—No es una cueva… es una ciudad —ajustó los controles—. Y justo encima del núcleo, hay una cámara con…
La pantalla se distorsionó. Xiao Zhao se acercó y dibujó en el hielo con un dedo:
Un huevo.
Pero esta vez, del tamaño de un rascacielos.
El Sueño del Dragón
Lyra se desplomó de rodillas, agarrando su cabeza.
—¡Está cantando! —gritó—. ¡No debería poder oírlo desde tan lejos!
Kai la sostuvo mientras convulsionaba. Sus membranas ahora emitían pulsos de luz al ritmo de algo bajo el hielo.
—¿Qué dice?
Lyra lo miró con ojos que ya no eran completamente terrestres.
—“Despierten al que espera. Rompan el último sello.”
Excavación
Jax (o la criatura en que se había convertido) cavó con sus pinzas, derritiendo el hielo con un fluido ácido que brotaba de su boca.
A 50 metros de profundidad, encontraron el primer escalón.
Piedra negra pulida.
Con símbolos idénticos a los que Kai tenía en sus escamas.
—No es antártica —Chen pasó un dedo por los grabados—. Ni siquiera es humana.
Un rugido sacudió el continente.
La Portadora llega
El barco negro de la mujer de huesos emergió entre los témpanos, escoltado por tres submarinos fantasmas.
—Tarde como siempre, hermano —la voz de la Portadora retumbó desde altavoces invisibles—. Él ya eligió su campeón.
Kai sintió el huevo en su pecho palpitar.
—¿Quién?
El hielo entre ellos se quebró.
El Campeón
Xiao Zhao caminó hacia la grieta, cantando en una lengua que hacía sangrar los oídos.
De las profundidades, algo respondió.
Cuando el niño volvió a alzar la cabeza, sus ojos eran pozos negros.
—Yo soy el Elegido —dijo con voz que no era la suya—. El que nació del Eclipse.