
Autor: Taowan
Géneros: Acción, Artes Marciales, Comedia, Fantasía, Mundo Marcial, Romance, Misterio, Xuanhuan.
Sinopsis:
En el mundo de Tianxia, donde las artes marciales y el qi lo gobiernan todo, el excéntrico y despreocupado Luo Xiaofeng es un joven discípulo del decaído Pabellón del Sabio Borracho. Aunque su escuela es ridiculizada por sus técnicas aparentemente absurdas (como “El Paso del Borracho” y “La Palma que No Golpea”), Xiaofeng posee un secreto: es el único que ha descifrado el manual ancestral de su secta, un legado que esconde técnicas divinas… si se interpretan al revés.
Cuando el Sello del Cielo, un artefacto que mantiene el equilibrio entre el mundo mortal y los reinos demoníacos, es robado, Xiaofeng es accidentalmente implicado en la conspiración. Junto a Li Meilin, una seria maestra de espadas con un oscuro pasado, y “El Viejo Loco”, su mentor que habla en acertijos (y eructa fuego), deberá desentrañar el misterio mientras esquiva sectas sedientas de poder, demonios disfrazados de nobles y sus propios y caóticos sentimientos.
Capítulos de 'El Camino del Loco Sabio'
Capitulo 1
Capítulo 1: El Discípulo que Bebió el Manual
El sol de mediodía caía a plomo sobre los tejados del Pabellón del Sabio Borracho, o lo que quedaba de él: tres paredes medio derruidas, un jardín invadido por maleza y un letrero que, con optimismo, proclamaba “Aquí se enseña el Camino del Cielo… si traes tu propio vino”.
—¡Luo Xiaofeng!—rugió una voz que hizo temblar las pocas tejas intactas—. ¿Otra vez robaste el “Vino de las Cien Lunas”?!
Dentro del salón principal, un joven de pelo despeinado y túnica parchada se incorporó de un brinco desde el suelo, donde había estado durmiendo boca abajo. Una mancha de saliva le cubría media mejilla, y en la mano aún sostenía un frasco de cerámica… vacío.
—Maestro, ¡esto es un malentendido! —protestó Luo Xiaofeng, frotándose los ojos—. Solo estaba… verificando que el vino no estuviera adulterado. ¡Por seguridad!
El Viejo Loco, un hombre de barba gris enmarañada y ropas que olían a pescado fermentado, le lanzó una sandalia. Xiaofeng esquivó por puro reflejo, aunque tropezó con su propio pie y cayó de bruces contra un estante. De entre los escombros rodó un viejo pergamino polvoriento.
—Ah —murmuró el Viejo Loco, repentinamente serio—. El Manual del Sabio Ebrio. El último discípulo que intentó leerlo…
—¿Se volvió un maestro invencible? —preguntó Xiaofeng, ojos brillantes.
—No. Se le derritió el hígado.
Xiaofeng palideció, pero su curiosidad pudo más. Desenrolló el pergamino… y frunció el ceño.
—Maestro, esto solo son garabatos. ¿Borrachos?
El Viejo Loco se rió, sacó un frasco de vino de su túnica y lo arrojó a Xiaofeng.
—¡Bebe!
—¿Eh?
—¡BEEEEBEEEE! —chilló el anciano, como si eso explicara todo.
Xiaofeng, resignado, tragó un sorbo… y de pronto, los garabatos del manual empezaron a moverse, formando figuras que ejecutaban técnicas imposibles: “El Puño del Mono Ebrio”, “La Danza de la Jarra Sin Fondo”, “El Eructo que Rompe Montañas”.
—¡Esto es…! —tartamudeó.
—¡Basura! —cortó el Viejo Loco—. Nadie en cien años ha entendido estas tonterías. Pero como robaste el vino sagrado, ahora tienes que ir al Pueblo de la Nube Blanca y traerme… —hizo una pausa dramática— ¡un barril de su licor de ciruela!
Antes de que Xiaofeng pudiera protestar, una patada voladora lo envió volando fuera del pabellón. Mientras caía en picado colina abajo, una última palabra del Viejo Loco llegó a sus oídos:
—¡Y no hables con mujeres hermosas! ¡Traen mala suerte!
Naturalmente, al llegar al pueblo, lo primero que vio Xiaofeng fue a Li Meilin, la espadachína más letal (y hermosa) de la región, clavando su hoja en el cuello de un bandido… justo delante de la taberna.
—¡Oh, no —suspiró Xiaofeng, mientras el manual en su bolsa empezaba a brillar—. Esto va a terminar mal.
Capitulo 2
Capítulo 2: La Espada y el Idiota
El aire en el Pueblo de la Nube Blanca olía a carne asada, vino derramado y peligro inminente. Específicamente, el peligro tenía forma de espada reluciente apuntando directamente a la garganta de Luo Xiaofeng.
—¡Confiesa, ladrón! —La voz de Li Meilin era tan afilada como la hoja que sostenía—. ¿Eres tú el que está vendiendo licor envenenado a los mercaderes?
Xiaofeng tragó saliva, sintiendo el filo helado contra su piel. Detrás de Meilin, tres bandidos yacían inconscientes, amontonados como leña.
—¡Yo solo vine por un trago! ¡Un trago honesto, de esos que no te derriten los intestinos! —protestó, levantando las manos—. ¡Mira, hasta tengo monedas! —Sacó dos miserables piezas de cobre de su bolsa… y junto con ellas, cayó el Manual del Sabio Ebrio.
El pergamino se desenrolló a los pies de Meilin, mostrando una ilustración absurda: un hombre en posición de borracho hacía una reverencia a una mujer que lo pateaba. El título decía: “Paso 1: Sobrevive al Primer Encuentro”.
Li Meilin parpadeó.
—¿Qué… es esto?
—¡Un tratado de etiqueta! —mentió Xiaofeng, tratando de patear el manual fuera de vista.
Meilin no era tonta. Con un movimiento rápido, recogió el pergamino y lo examinó. Sus cejas se elevaron lentamente.
—“Cómo enamorar a una tigresa con espada en 10 pasos” —leyó en voz alta, con tono mortalmente tranquilo—. ¿En serio?
—¡Eso no es mío! ¡Debe ser del Viejo Loco! ¡Él siempre escribe tonterías cuando bebe!
En ese momento, el manual brilló con una luz dorada. Las palabras en la página cambiaron, revelando un nuevo mensaje:
“Paso 2: Cuando la tigresa se enoje, ofrécele comida. Preferiblemente, algo dulce.”
Xiaofeng miró desesperadamente alrededor. En un puesto cercano, un vendedor asaba tanghulu (brochetas de frutas glaseadas). Con un salto digno de una técnica marcial secreta (pero que en realidad fue más bien un tropezón), Xiaofeng robó una brocheta y la empaló en la punta de la espada de Meilin.
—¡Toma! ¡Pago por mi vida! —declaró, con una sonrisa torcida.
El silencio que siguió fue más pesado que un elefante en un estanque de lodo. Li Meilin miró la fruta caramelizada ensartada en su espada, luego a Xiaofeng, luego otra vez a la fruta. Por un segundo, él pensó que lo decapitaría.
Entonces… ella mordió el tanghulu.
—Está demasiado dulce —masculló, pero comió otro bocado—. Y ahora, dime la verdad. ¿Qué es este manual?
Antes de que Xiaofeng pudiera responder, un estruendo sacudió la plaza. Los aldeanos gritaron mientras una sombra gigante cruzaba el cielo. Era un halcón de jade, una bestia mensajera de las grandes sectas… y en su pico llevaba un cartel con un sello familiar:
“Se busca: Luo Xiaofeng. Por robo del Vino de las Cien Lunas. Recompensa: 50 monedas de plata… y una patada gratis del Viejo Loco.”
—¡Oh, cielos —murmuró Xiaofeng—. Ahora sí que estoy muerto.**
Li Meilin sonrió por primera vez, mostrando un hoyuelo que no combinaba en absoluto con su aura mortal.
—Parece que tienes dos opciones —dijo, desenvainando su espada completamente—. O te entrego a esa secta… o me explicas por qué ese halcón huele a demonio.
El ala del halcón goteaba un líquido negro y espeso. Algo estaba muy mal.
Capitulo 3
Capítulo 3: Borracho contra el Halcón Maldito
El halcón de jade giró en el aire con un graznido que sonó más como un chillido de cerdo estrangulado que como el canto de un ave noble. Sus plumas, antes doradas, ahora se ennegrecían como si alguien las hubiera quemado desde dentro.
—¡Eso no es un halcón normal! —gritó Xiaofeng, saltando hacia atrás justo cuando la bestia lanzó un picotazo que dejó un cráter en el suelo de piedra.
Li Meilin no necesitó advertencias. Su espada ya brillaba con el frío resplandor del qi lunar de su secta.
—Aléjate, idiota. Esto es asunto de la Secta de la Luna Escarlata—
Pero Xiaofeng ya estaba hurgando frenéticamente en el Manual del Sabio Ebrio, cuyas páginas ahora se volvían solas como si un viento invisible las soplara.
—¡Ah! ¡Aquí dice algo! “Para bestias poseídas: El Vómito del Dragón”— leyó en voz alta antes de palidecer— —¡¿Qué?! ¡¿Tengo que beber qué?!
El Viejo Loco no estaba allí para explicar, pero el destino sí. En ese momento, el halcón maldito lanzó un chorro de ese líquido negro y espeso directamente hacia Meilin.
—¡No lo toques! —Xiaofeng, movido por un impulso que ni él mismo entendió, saltó frente a ella… y se llevó el chorro completo en el pecho.
El dolor fue instantáneo. Como si mil agujas de hielo envenenado se clavaran en su piel. Pero entonces, algo extraño sucedió. El manual en sus manos brilló con una luz dorada, y Xiaofeng sintió un calor familiar en su estómago.
—¡UUUURRRRRP!
El eructo que salió de su boca no era humano. Era profundo, resonante, y venía acompañado de un chorro de fuego verde que impactó directamente contra el halcón.
Li Meilin lo miró con los ojos tan abiertos que parecían a punto de salirse de sus órbitas.
—¿Desde cuándo los borrachos escupen fuego?
—¡No lo sé! ¡Pero sabe a pimienta! —tosió Xiaofeng, mientras el halcón caía al suelo, ahora envuelto en llamas verdes.
Pero la victoria duró poco. Antes de que pudieran celebrar, el cuerpo del halcón estalló en una nube de ese líquido negro, y de entre las sombras emergió una figura familiar:
El Príncipe Feng, o al menos algo que llevaba su rostro. Su piel estaba pálida, sus ojos brillaban con un resplandor violeta antinatural, y cuando habló, su voz sonó como tres personas hablando a la vez:
—Luo Xiaofeng… qué interesante. El último discípulo del Sabio Borracho lleva el manual que busca mi maestro.
Meilin inmediatamente adoptó una postura de combate, pero Xiaofeng notó algo extraño:
—Eh, príncipe… ¿siempre has tenido cuernos?
Efectivamente, dos pequeños cuernos negros asomaban entre el cabello del príncipe.
El príncipe (o lo que fuera) sonrió de una manera que no prometía nada bueno.
—Venid al Palacio de la Nube Carmesí si queréis respuestas. Si sobrevivís a la noche, claro.
Y entonces, como humo en el viento, desapareció.
El silencio que dejó fue roto solo por el sonido del manual cayendo al suelo, abierto en una nueva página donde se leía:
“Paso 3: Invita a la tigresa a una cita en un lugar peligroso. Nada une más que el peligro de muerte inminente.”
Li Meilin miró a Xiaofeng. Xiaofeng miró a Li Meilin.
—Yo… eh… ¿te gustan los palacios encantados? —preguntó él con una sonrisa torcida.
Ella suspiró, limpiando su espada antes de envainarla.
—Odio mi vida.
—¡Perfecto! Porque el manual dice que así empiezan todas las grandes historias de amor.
Y así, entre el hedor a quemado y los murmullos de los aldeanos asustados, comenzó su peligroso viaje hacia el Palacio de la Nube Carmesí… y hacia los secretos que el Príncipe Feng (o lo que fuera que lo poseía) guardaba.
Capitulo 4
Capítulo 4: El Palacio que Respira
La noche envolvía el sendero montañoso como un manto de tinta espesa. Xiaofeng y Li Meilin avanzaban en silencio, guiados solo por el resplandor fantasmal del Manual del Sabio Ebrio, cuyas páginas ahora emitían un tenue brillo azulado.
—“El Palacio de la Nube Carmesí aparece cuando la luna besa el pico del Dragón Dormido” —leyó Xiaofeng en voz alta, tropezando con una raíz—. ¿Alguna idea de qué significa eso?
Meilin señaló hacia arriba. Entre las nubes, la luna llena se alineaba perfectamente con las montañas del este, cuyos picos dibujaban el perfil de un dragón acostado.
—Allí —dijo, con voz tensa—. Pero no deberíamos ir. Mi secta tiene una regla: “Nunca entres donde las paredes sangran”.
Xiaofeng iba a preguntar si era una metáfora, pero entonces lo vieron.
Entre la neblina, surgió como un espejismo: un palacio de techos curvos y columnas lacadas en rojo carmesí. Pero algo estaba mal. Las paredes palpitaban suavemente, como si respiraran, y de las grietas en los pilares goteaba un líquido oscuro y espeso que olía a cobre y podredumbre.
—Definitivamente no es metafórico —murmuró Xiaofeng, tragando saliva.
La Entrada Maldita
El portón principal estaba entreabierto, como una invitación. Al cruzar el umbral, el manual en las manos de Xiaofeng ardiò de repente, mostrando una nueva página:
“Técnica de Emergencia: El Tambor del Borracho Valiente (golpea tres veces tu estómago antes de entrar)”
—¿En serio? —refunfuñó Xiaofeng, pero obedeció.
¡PAM! ¡PAM! ¡PAM!
El sonido resonó como un gong en la oscuridad. Por un momento, nada sucedió. Entonces…
—¡UUUUAAAAARRRGH!
El eructo que escapó de su boca fue tan poderoso que las antorchas del pasillo se encendieron solas, revelando un corredor lleno de…
—¿Espejos? —preguntó Meilin, desconcertada.
Pero no eran espejos normales. En cada uno, sus reflejos hacían cosas distintas: El reflejo de Xiaofeng bebía de una jarra infinita, mientras el de Meilin lloraba sangre.
—No los mires —advirtió ella, apartando la vista—. Son Espejos del Corazón Devorador. Muestran tus peores miedos.
—El mío está bebiendo mi vino. ¡Ese es un buen miedo! —bromeó Xiaofeng, aunque su voz temblaba levemente.
El Príncipe y la Verdad
Al final del pasillo, una sala circular se alzaba ante ellos. En el centro, el Príncipe Feng los esperaba, sentado en un trono hecho de… ¿huesos? No, de jarros de vino rotos.
—Sabía que vendríais —dijo, con esa voz múltiple que helaba la sangre—. ¿Queréis saber por qué el manual brilla para ti, Luo Xiaofeng?
Meilin desenvainó su espada.
—Habla rápido.
El príncipe sonrió, y esta vez, su mandíbula se desencajó como la de una serpiente, mostrando filas de dientes afilados.
—Porque no es un manual. Es la llave. La llave que mi maestro, el Dios del Caos, selló hace mil años dentro de un borracho. Y ahora… —se levantó, alargando sus dedos como garras— …necesita un nuevo recipiente.
Xiaofeng retrocedió, pero demasiado lento. El príncipe saltó hacia él, y todo se volvió negro.
El Sueño del Dios Borracho
Cuando Xiaofeng despertó, estaba en otro lugar. Un campo de batalla celestial, donde gigantes con rostros de luna y sol luchaban contra sombras retorcidas. Entre ellos, reconoció una figura: el Viejo Loco, pero joven, vestido con ropas celestiales, sellando una puerta con… ¿un atizador?
—Maestro…
Entonces oyó la risa. Una risa que le llenó el cráneo como miel envenenada.
—¿No es divertido? —susurró el Dios del Caos, cuya voz era idéntica a la del manual—. Tú podrías ser libre. Poderoso. Todo lo que tienes que hacer es… abrirme la puerta.
Xiaofeng sintió el impulso de decir sí. Pero entonces recordó algo:
—¡El Viejo Loco siempre dice que las mejores puertas son las que están cerradas!
El dios rugió de furia, y el mundo se desmoronó.
Despertar
—¡XIAOFENG!
La voz de Meilin lo sacó de la visión. Estaba en el suelo del palacio, con el manual ardiendo en sus manos sin quemarlo. Frente a ellos, el Príncipe Feng se retorcía, su cuerpo deshaciéndose en humo negro.
—No… él dijo que… sería fácil… —gimió, antes de desintegrarse.
El palacio empezó a temblar. Meilin agarró a Xiaofeng del brazo.
—¡CORRE!
Salieron justo cuando las puertas se cerraban tras ellos. Afuera, el amanecer teñía el cielo de rosa, y el palacio… había desaparecido.
Meilin lo miró, jadeando.
—¿Qué fue eso?
Xiaofeng, aún temblando, señaló el manual. Una nueva frase aparecía:
“Paso 4: Cuando la tigresa te salve la vida, cómprale dulces. Muchos dulces.”
Ella lo miró. Él sonrió débilmente.
—¿Pastelitos de arroz cuentan?
Meilin suspiró, pero esta vez, había un brillo de algo más en sus ojos. Tal vez… respeto.
Capitulo 5
Capítulo 5: La Taberna de los Secretos Muertos
El sol de la mañana encontró a Xiaofeng y Li Meilin en el camino polvoriento hacia La Taberna del Fin del Mundo, un antro legendario donde —según el manual— se escondía el siguiente fragmento del Sello Celestial.
—“Solo los verdaderos borrachos pueden entrar” —leyó Xiaofeng en voz alta, arrugando la nariz—. ¿Crees que con que yo huela a vino será suficiente?
Meilin, quien había pasado la última hora limpiando restos de líquido negro de su espada, lanzó una mirada que podría haber partido rocas.
—Si vomitas cerca de mí otra vez, te aseguro que no volverás a beber nada.
Xiaofeng se estremeció. El “Vómito del Dragón” había sido… traumático para ambos.
La Puerta que Bebe
La taberna no era un edificio, sino un barco antiguo varado en medio del desierto, sus mástiles rotos sobresaliendo como huesos de un cadáver. Sobre la entrada, un letrero mugriento rezaba:
“Solo se sirve a quienes pueden pagar… con historias.”
—¿Historias? —preguntó Meilin, desconfiada.
—¡Eso es genial! ¡Yo tengo millones! —Xiaofeng dio un paso adelante—. ¡Una vez, el Viejo Loco intentó cocinar un huevo de fénix y terminó…!
¡CRAC!
La puerta se abrió sola, revelando un interior iluminado por faroles azules que colgaban del techo. Pero lo más extraño eran los clientes: todos estaban muertos.
O, para ser precisos, eran fantasmas.
Los Espectros Ebrios
Docenas de figuras translúcidas se apiñaban alrededor de mesas, riendo y bebiendo de copas que nunca se vaciaban. Un hombre sin cabeza ofreció a Xiaofeng un trago de su cuello sangrante.
—No, gracias, ya tuve suficiente líquido corporal por hoy —declinó él, retrocediendo.
En la barra, una mujer con vestido de novia y ojos vacíos sonrió:
—Buscáis el Fragmento del Cielo, ¿verdad?
Meilin tensó la espada.
—¿Cómo lo sabes?
La fantasma rió, y el sonido hizo que los faroles temblaran.
—Porque él también lo buscó —señaló hacia una mesa del rincón, donde un espectro con ropas idénticas a las del Viejo Loco bebía solo.
Xiaofeng contuvo la respiración.
—¿…Maestro?
El fantasma alzó la vista. No era el Viejo Loco, pero llevaba el mismo atizador de hierro.
—Ah, el siguiente tonto llega —murmuró—. ¿Viniste a morir también, discípulo del Sabio Borracho?
El Precio del Fragmento
El espectro, quien se presentó como El Primer Discípulo (el original, según él), explicó entre tragos:
—Hace 300 años, el Dios del Caos engañó a mi maestro. Le prometió poder infinito… a cambio de guardar una mentira en el manual.
—¿Qué mentira? —preguntó Meilin.
El fantasma se inclinó hacia adelante.
—Que el Sello Celestial debe ser destruido. Pero en verdad… es lo único que mantiene al Dios atrapado. —Señaló hacia detrás de la barra, donde un espejo roto colgaba de la pared—. Tu fragmento está ahí. Pero cuidado…
Xiaofeng no esperó a oír el resto. Con un salto, agarró el espejo—
¡ZZZAAAASSS!
Un dolor eléctrico lo atravesó. El reflejo en el espejo no era el suyo, sino el del Dios del Caos, sonriendo con sus dientes infinitos.
—¡XIAOFENG!
Meilin lo jaló hacia atrás justo cuando el espejo estallaba, lanzando esquirlas afiladas. En el suelo, entre los vidrios rotos, un pedazo de pergamino antiguo brillaba: el fragmento del Sello.
La Traición del Pasado
El Primer Discípulo miró el fragmento con nostalgia.
—Yo fui quien lo rompió. El Dios me poseyó, igual que a tu príncipe. —Su forma empezó a desvanecerse—. Dile al Viejo Loco… que esta vez, no cometa el mismo error.
Cuando desapareció, el manual de Xiaofeng absorbió el fragmento, y nuevas palabras aparecieron:
“Paso 5: Cuando la tigresa te salve otra vez, cómprale flores. (Pero no las del cementerio, idiota).”
Meilin, cubierta de polvo de espejo, miró a Xiaofeng con exasperación.
—Odio tu manual.
—¡Pero me estás salvando mucho! ¡Eso cuenta para algo, ¿no?!
Ella no respondió, pero al salir de la taberna (que desapareció tras ellos como niebla), no protestó cuando él le ofreció su cantimplora.
¡Capítulos nuevos todas las semanas!
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